MUJERES Y MATEMATICAS: una relación asimétrica

sábado, 28 de junio de 2008

En nuestro país, niños y niñas entran al sistema escolar en una proporción similar,
sin embargo esto no termina con la discriminación de género.

Chile es el pais con mayores diferencias de aprendizaje de matemática entre hombres y mujeres. ¿Las causas? El bagaje cultural que heredamos, y los estereotipos de género que imponen los medios.

Son pocas las mujeres que se interesan en los cursos electivos de matemática que imparte Danny Perich, webmaster del popular sitio www.sectormatematica.cl. Esto las hace objeto de bromas ocasionales por parte del resto de los alumnos, mayoritariamente varones. Perich tiene un truco para animar a estas alumnas sobresalientes. El les dice:

- Tú deberías llamarte Hipatia - ¿Qué cosa es eso profesor?

Perich descubrió que cuando le habla a sus alumnas de los aportes que han hecho las mujeres a la historia de la matemática, se sienten más estimuladas a aprender. La más famosa matemática es Hipatia, que murió defendiendo su ciencia en el año 415. “A ella la consideraban bruja por sus conocimientos, pero su aporte fue decisivo; siempre uso esta historia para motivar a las niñas y me ha dado buenos resultados”, dice el profesor.

La relación entre mujeres y matemática no ha sido fácil desde la muerte de Hipatia, y a pesar de los avances logrados en ese sentido falta mucho por hacer, tal como lo señalan sistemáticamente las principales mediciones internacionales. El informe PISA ya había acusado diferencias, mostrando que los niños superan a sus compañeras en esta asignatura. Más concluyentes, los resultados del Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo (SERCE), realizado por la UNESCO, ponen a Chile como el país con mayores desigualdades de género de la región, con diferencias significativas que van en desmedro de las niñas, para la asignatura de matemática.

La raíz del problema, de acuerdo a los especialistas en educación, está en los lastres culturales que arrastramos.

¿Dónde tenemos que mirar?

En opinión de Ilich Silva, director del Centro de Investigaciones Pedagógicas de la Universidad Arturo Prat, Chile no ha realizado acciones importantes para favorecer la igualdad de género en las escuelas.

Las políticas de género implementadas en Centroamérica responden a prioridades como incorporar a las niñas a la educación escolar y ayudar a que no dejen la escuela. En el caso de Europa, los esfuerzos se dirigen a conseguir un ambiente más colaborativo entre niños y niñas, puesto que en algunos países ellos compienzan a ser ampliamente superados por ellas.

"En Bolivia se creó la Secretaría de Género hace aproximadamente 12 años y una de las medidas que tomaron fue convertir en mixto el colegio Ayacucho, emblemático del país, con una tradición de más de 180 años, y que anteriormente sólo admitía a varones", sostiene Silva.

A juicio del académico, si miramos a nuestra realidad nos encontramos con que persisten los colegios que discriminan. “El Instituto Nacional (añade) no deja entrar a las mujeres y les impide apropiarse de ese capital simbólico”. Silva enfatiza que todas las escuelas deberían ser mixtas excepto las de congregaciones religiosas; “sin embargo (continúa) ellos también han ido terminando con la segregación de género y han ido incorporando la enseñanza mixta, promoviendo la convivencia e igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres: hoy la iglesia católica es mucho más progresista en esta área que el estado de Chile”.

Ilich Silva concluye que si persisten diferencias de género en matemática, ello se debe básicamente a la existencia de un currículo oculto que privilegia determinados aprendizajes en mujeres y otros en los hombres, basado en estereotipos, como que las mujeres son mejores en lenguaje y peores en matemática.

Moldeados por esquemas culturales

Nuestra sociedad está llena de estándares de lo que es correcto para cada género, que se reproducen continuamente a través de la televisión y la publicidad, lo que influye inevitablemente en los resultados escolares. Para Olga Grau, directora del Centro de Estudios de Género y Cultura en América Latina, las diferencias tienen un claro origen en los esquemas culturales masculinos y femeninos en que somos formados desde la más tierna infancia. En la medida en que estos no se alteren, se seguirán reproduciendo patrones muy dirigidos.

“En la educación (apunta) se repiten los patrones de género que tributan lo femenino al cuidado: cuidado de la salud, de los niños, etc”. De ahí que las mujeres sean relegadas a la enseñanza, la salud, etc, mientras la matemática se vincula fundamentalmente a las capacidades del pensamiento abstracto, aspecto reservado a los hombres.

Con todo, cuando las mujeres empiezan a acceder a la educación, cambia el valor social de esta actividad, según enfatiza Olga Grau: “en un momento la enseñanza, que era una actividad ejercida por hombres, comienza a recibir a mujeres y se habla de la feminización docente, con lo que dicha carrera disminuye su valor social”. Lo mismo en sentido inverso ocurriría con la ocupación de las matronas, antaño ejercida por mujeres pero que al recibir a hombres se convierte en medicina obstetricia, subiendo su valoración social.

“Las mismas mujeres (concluye Grau) no sienten que las condiciones sean propicias para ellas en el campo de las ciencias exactas”. Sin embargo considerando que antes era muy difícil que optaran por carreras como derecho o ingeniería, situación que se ha revertido en la modernidad, es de esperar que el impulso llegue al campo de las matemáticas.

El problema visto desde la sala de clases

La profesora Mónica Palma, integrante de la Red de Maestros de Maestros y con 25 años de experiencia, enseña matemática en el Liceo Rodullfo Amando Filippi, de Paillaco. “Efectivamanete (señala) en los varones hay mayor habilidad en los números”. En álgebra, donde hay reglas que las mujeres logran memorizar, estas obtienen mejores resultados. Sin embargo cuando llega la hora de aplicación de fórmulas o la comprensión abstracta, los niños salen mejor parados (por ejemplo, en geometría).

La docente acota que hay muchos prejuicios que han ido cambiando; antes era más frecuente que la comprensión de la matemática se asociara a factores hereditarios, y las personas creían que si tenían una mayor habilidad, esta se traspasaría a los hijos. La inclinación de las mujeres hacia las letras, y su aversión a los números, es otro de ellos.

“Antes se usaba entre los adolescentes (continúa la profesora) que el que sacaba peores notas en matemática era el más capo. Por eso he tratado de usar actividades recreativas pero sin perder de vista que es una asignatura compleja y seria y de que de ella depende la calidad que logren como profesionales en el futuro. He ido tratando de comunicar que todo el mundo puede aprender matemática, está cercana a todos nosotros y debemos aprender a convivir gratamente con ella, no como antaño que era considerada desagradable. En mi liceo hay cursos donde a las mujeres les va mucho mejor que a los varones, aunque cuando hacemos ensayos de PSU efectivamente ganan ellos, pero es una situación que tendrá que mejorar con el tiempo”.


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