La disciplina, ¿cómo mejorarla?

viernes, 4 de julio de 2008

Diferentes establecimientos, desde sus realidades particulares, logran establecer las normas mínimas que permitan el aprendizaje. El fin es el mismo, pero varían las condiciones.


La disciplina es una premisa necesaria para el normal desarrollo de la clase, pero no debería resultar en un intento de convertir a los niños en robots ni se trata de castigarlos a discreción. El objetivo es lograr que participen armoniosamente en las actividades individuales y colectivas que los llevarán a aprender lo que corresponde a su edad.


Las metodologías positivas para enseñar disciplina ayudan a los niños a aprender el auto control y sentirse bien consigo mismos. Más que de administrar prohibiciones, la mejor manera de hacerlo es proponiéndoles las actitudes que se esperan de ellos. Las metodologías mal entendidas para mejorar el comportamiento infantil, incluyen agresiones físicas o verbales, conducentes a la pérdida de la tranquilidad y la autoestima.


Muchas son las causas de mal comportamiento, entre estas pueden contarse una baja autoestima, necesidad de afecto, rabia o enojo, ansiedad o simple curiosidad por saber qué pasará si hacen tal o cual travesura.


Cuando se sienten ignorados, los niños se portan mal para llamar la atención, y en esos casos una reprimenda termina por estimular la indisciplina. Un niño hará lo posible por conseguir la atención aunque sea en la forma de un castigo. Por lo mismo, lo mejor es administrar correctamente la atención que se le da a un niño, entregándosela especialmente cuando éste actúa de la forma correcta. Si bien ignorar el mal comportamiento no siempre es posible, ya que en determinadas ocasiones el niño puede ponerse en peligro o lastimar a otros compañeros, darle demasiada importancia al mal comportamiento es, como se ha visto, una forma de incentivarlo.


A continuación vemos de qué manera diferentes establecimientos, desde sus realidades particulares, logran establecer las normas mínimas que permitan el aprendizaje. El fin es el mismo, pero varían las condiciones.


El afecto


La escuela Los Lúcumos de Quillota tiene fama de ser la más conflictiva de su comuna; aquí llegan los alumnos rechazados por los otros establecimientos. Justamente porque cualquier alumno puede estudiar en este lugar, no cualquier profesor es apto para trabajar en él: “Aquí han llegado profesoras y se van a los tres días” dice la profesora Paula Vera, que llegó en marzo. “Por eso (agrega) siento una profunda admiración por este cuerpo docente”.


La principal causa de indisciplina en sus niños, afirma la docente, es la poca motivación que tienen producto de la falta de expectativas. “Es difícil interesarlos y cuesta que escuchen, por ejemplo, han llegado unas guías espectaculares del programa de mejoramiento de LEM, y los niños hacen avioncitos con ellas”. Se trata de niños procedentes de familias disfuncionales, la mayoría con serios problemas: “a veces (continúa) se han quitado cuchillas y armas de fuego en los recreos”. Y lo que complica las cosas es la falta de cooperación de parte de los apoderados.


Ser autoritarios aquí no sirve, pero tampoco sirve ser blandos. La profesora ha encontrado una manera de acercarse combinando los límites claros con la entrega de afecto. Lo principal, dice esta educadora, es demostrar cariño a través de gestos sencillos, para poder empezar a trabajar.


“Tengo un niño que se resistía a venir al grupo diferencial, donde hago reforzamiento especial a los más rezagados. Yo nunca lo forcé, lo invitaba a jugar a las adivinanzas, luego hacíamos concursos de chistes. Cuando llegó la primera vez le regalé un conejo de cartón con chocolates y de a poquito Javier empezó a venir por su cuenta; hoy todavía no tiene el nivel de lectoescritura que le corresponde pero ha perdido el temor a leer, y ha logrado terminar varias guías con mi ayuda”.


Confianza en las capacidades del alumno


Los problemas del Liceo Ignacio Carrera Pinto, de Frutillar, son diferentes. Allí los ocasionales desajustes disciplinarios tienen lugar por los diferentes estándares de exigencia que puedan tener las escuelas de las que proceden sus alumnos.


Para Miguel Faúndez, director del establecimiento, habrá mayor disciplina mientras los estudiantes entiendan que las medidas que se toman tienen como objetivo el bienestar de la colectividad y que en el fondo tienden a beneficiar al colectivo y no es un tema antojadizo del profesor, sino una forma de convivir armoniosamente. En virtud de ello, los profesores deben explicar que las normas de disciplina no son arbitrarias ni antojadizas.


Un elemento clave a su juicio es la capacidad de liderazgo de los docentes para conducir dentro de la clase a aquellos que salen de la norma por ser más inquietos. “Lo peor que puede hacer un profesor (agrega) es decirle a los alumnos que no van a cambiar, porque eso se convierte en una profecía auto cumplida, por el contrario, siempre hay que apostar a que son capaces de cambiar, y de ahí viene todo lo demás, pero tiene que haber una confianza ciega en las capacidades del alumno.''


Entregar normas claras, y trabajar con los apoderados


María Eugenia Concha, jefa de UTP del colegio particular subvencionado Monte Olivo, de Puente Alto, estima que hoy es más difícil mantener la disciplina en las aulas porque se han perdido las normas desde el hogar: “los niños no están acostumbrados a obedecer ni a seguir normas, y esa flexibilización la han trasladado al colegio”, dice. Por otro lado, la directiva opina que la autoridad del profesor se ha debilitado, en el sentido de que es objeto de una excesiva vigilancia, y a veces tiene que lidiar con la hostilidad de los apoderados, que ante el menor llamado de atención sobre la conducta de su hijo se sienten atacados.


La ruta para lograr una buena disciplina comienza a su juicio con la entrega de normas desde los cursos más pequeños; es necesario partir con una rutina en la que el niño tenga muy claro lo que se pide de él; esa sistematización le da un orden. “Ahora los niños no están acostumbrados a tener una secuencia de tiempo (continúa), cambian muy fácil de una cosa a otra, por eso una buena estrategia es normalizar: cómo tiene que entrar a la sala, cuáles son las normas ahí dentro”. Todo esto en el caso de los cursos más grandes tiene que ser de común acuerdo, deben quedar publicadas “y deben repetirse cada cierto tiempo porque se olvidan con facilidad”.


En opinión de María Eugenia Concha, hoy día a la gente le cuesta más cumplir normas: “la gente se siente con derecho a hacer cualquier cosa, es un fenómeno a todo nivel que va más allá de las diferencias socioeconómicas”, dice.


¿Qué papel cumplen los apoderados en el control de la disciplina?Ellos son fundamentales, por eso ellos son los primeros que tienen que estar de acuerdo con el proyecto educativo del establecimiento. Si no respaldan esta política deberían buscarse otro colegio donde los presionen menos, porque sin su apoyo no se logra nada.


¿Qué es lo peor que puede hacer un profesor al tratar de imponer la disciplina?Descontrolarse, perder la paciencia, presentarse a una clase sin tener claridad, improvisar.Que todos sepan qué hacer ante cada circunstancia


Maribel Fábrega es orientadora del colegio D 68, José Papic Radnic de Antofagasta, y recalca que dentro del aula hay que tener las normas claras, establecerlas como un protocolo y comentarlas. Sus 42 alumnos, de 3º básico, saben que no se juega en los pasillos ni en la escalera. En los recreos bajan al primer piso y no se quedan en la sala. Las tareas y guías se terminan en la sala y si no hay tiempo se quedan un poco más a terminar. Si un compañero insulta a otro se pide la mediación del adulto más cercano. Todos saben qué hacer si por ejemplo, los padres se demoran en pasar a buscarlo. Si un compañero de otro curso le pega a otro, o si uno más grande le quita la colación todos saben a quién avisar. Lo fundamental para ella además, es mantener una relación fluida con los padres.

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